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Andreas Feininger

La imagen floreciente de Nueva York de los años 40 y 50 convertida en casi la capital del mundo debe mucho a la obra del fotógrafo La imagen floreciente de Nueva York de los años 40 y 50 convertida en casi la capital del mundo debe mucho a la obra del fotógrafo Andreas Feininger. Las calles, el tráfico, los puentes icónicos y el carácter de paisaje vibrante fueron reflejados con maestría por este autor de origen alemán. Pero Feininger fue mucho más que un fotógrafo con grandes influencias arquitectónicas. Fue periodista gráfico para la revista Life durante dos décadas y uno de los más influyentes fotógrafos y gran pedagogo.

Esta doble vertiente, la de artista (que le venía de herencia) y la de escritor de técnica fotográfica, le convirtieron en una referencia en el siglo XX y su obra, ampliamente expuesta y que cuenta con más de treinta libros, es un capítulo esencial de la historia de la fotografía.


Nació (en París, en 1906) rodeado de artistas. Su padre, el pintor vanguardista Lyonel Feininger, fue docente en la escuela Bauhaus. Andreas pasa su infancia y juventud en Berlín y tuvo un profundo acercamiento a la arquitectura, esencial para entender su estilo y su influencia. Estudió en la Bauhaus y en la escuela de arquitectura de Zerbst, dedicándose a la arquitectura antes de dar su paso a la fotografía. Ya en los años 30 realizó sus primeros publicaciones y exposiciones, para trasladarse a París a trabajar con nada menos que Le Corbusier.

Ya en 1933 se traslada a Suecia convertido en fotógrafo arquitectónico y, años después, en 1939, se traslada a Nueva York, donde al poco tiempo publica su primer libro especializado como escritor de fotografía.

Asentado en Nueva York, donde adquirió la nacionalidad estadounidense, se centró en trabajara para distintas revistas, entre ellas la prestigiosa Life, así como escribiendo artículos y libros. Se forjó un nombre de referencia en este sentido, llegando a publicar numerosos libros durante el resto de su trayectoria.

En cuanto a su obra fotográfica, también fue la época más floreciente. Retratando la ciudad de Nueva York con su mirada analítica, estilo austero, jugando con las estructuras y demostrando su talento como fotógrafo del paisaje urbano y arquitectónico. Pero aunque es su faceta más conocida, con fotografías que han pasado a la historia, a Feininger también le atraía otra vertiente: documentar las formas naturales. Estaba muy interesado en la geometría, ornamentación y aspecto, siempre ensalzando la belleza.


Esta faceta artística convivió en Feininger con sus encargos de reportajes durante más de dos décadas (para Life, entre 1943 y 1962), convirtiéndose en una figura capital y logrando elevar a nivel artístico esos encargos fotoperiodísticos que afrontaba. Feininger llegó a realizar un total de 346 reportajes para la mencionada Life, convirtiéndose en uno de los fotógrafos estrella de esta prestigiosa publicación.


No fue un fotógrafo viajero ni aventurero. De hecho, fue "el representante tipo de una cultura de la fotogenia y de la imagen fija espectacular, a la que se opusieron los creadores del estilo documental moderno, entre ellos Walker Evans y Cartier-Bresson, tras apartarse del esteticismo de los autoproclamados primeros maestros de la straight photography (fotografía directa o pura)”, como ha señalado Jean-François Chevrier con motivo de una retrospectiva de su obra.


Feininger falleció en 1999 en Nueva York, la ciudad que lo consagró y la que le debe buena parte de esa imagen cosmopolita y grandiosa que se forjó en la posguerra. Cuanta con una amplísima bibliografía y decenas de exposiciones que lo convirtieron en una leyenda de la fotografía del siglo XX.

“Cada fotografía de éxito, a excepción de los disparos afortunados, comienza con una idea y un plan. Cuanto más preciso un fotógrafo sepa qué es lo que desea hacer, mejores serán las posibilidades de que lo conseguirá.”
. Las calles, el tráfico, los puentes icónicos y el carácter de paisaje vibrante fueron reflejados con maestría por este autor de origen alemán. Pero Feininger fue mucho más que un fotógrafo con grandes influencias arquitectónicas. Fue periodista gráfico para la revista Life durante dos décadas y uno de los más influyentes fotógrafos y gran pedagogo.

Esta doble vertiente, la de artista (que le venía de herencia) y la de escritor de técnica fotográfica, le convirtieron en una referencia en el siglo XX y su obra, ampliamente expuesta y que cuenta con más de treinta libros, es un capítulo esencial de la historia de la fotografía.


Nació (en París, en 1906) rodeado de artistas. Su padre, el pintor vanguardista Lyonel Feininger, fue docente en la escuela Bauhaus. Andreas pasa su infancia y juventud en Berlín y tuvo un profundo acercamiento a la arquitectura, esencial para entender su estilo y su influencia. Estudió en la Bauhaus y en la escuela de arquitectura de Zerbst, dedicándose a la arquitectura antes de dar su paso a la fotografía. Ya en los años 30 realizó sus primeros publicaciones y exposiciones, para trasladarse a París a trabajar con nada menos que Le Corbusier.

Ya en 1933 se traslada a Suecia convertido en fotógrafo arquitectónico y, años después, en 1939, se traslada a Nueva York, donde al poco tiempo publica su primer libro especializado como escritor de fotografía.

Asentado en Nueva York, donde adquirió la nacionalidad estadounidense, se centró en trabajara para distintas revistas, entre ellas la prestigiosa Life, así como escribiendo artículos y libros. Se forjó un nombre de referencia en este sentido, llegando a publicar numerosos libros durante el resto de su trayectoria.

En cuanto a su obra fotográfica, también fue la época más floreciente. Retratando la ciudad de Nueva York con su mirada analítica, estilo austero, jugando con las estructuras y demostrando su talento como fotógrafo del paisaje urbano y arquitectónico. Pero aunque es su faceta más conocida, con fotografías que han pasado a la historia, a Feininger también le atraía otra vertiente: documentar las formas naturales. Estaba muy interesado en la geometría, ornamentación y aspecto, siempre ensalzando la belleza.


Esta faceta artística convivió en Feininger con sus encargos de reportajes durante más de dos décadas (para Life, entre 1943 y 1962), convirtiéndose en una figura capital y logrando elevar a nivel artístico esos encargos fotoperiodísticos que afrontaba. Feininger llegó a realizar un total de 346 reportajes para la mencionada Life, convirtiéndose en uno de los fotógrafos estrella de esta prestigiosa publicación.


No fue un fotógrafo viajero ni aventurero. De hecho, fue "el representante tipo de una cultura de la fotogenia y de la imagen fija espectacular, a la que se opusieron los creadores del estilo documental moderno, entre ellos Walker Evans y Cartier-Bresson, tras apartarse del esteticismo de los autoproclamados primeros maestros de la straight photography (fotografía directa o pura)”, como ha señalado Jean-François Chevrier con motivo de una retrospectiva de su obra.


Feininger falleció en 1999 en Nueva York, la ciudad que lo consagró y la que le debe buena parte de esa imagen cosmopolita y grandiosa que se forjó en la posguerra. Cuanta con una amplísima bibliografía y decenas de exposiciones que lo convirtieron en una leyenda de la fotografía del siglo XX.

“Cada fotografía de éxito, a excepción de los disparos afortunados, comienza con una idea y un plan. Cuanto más preciso un fotógrafo sepa qué es lo que desea hacer, mejores serán las posibilidades de que lo conseguirá.”

Maestros de la Fotografía: Man Ray

Man Ray

Man Ray, nacido Emmanuel Rudzitsky, (Filadelfia, Estados Unidos; 27 de agosto de 1890 - París; 18 de noviembre de 1976) fue un artista estadounidense impulsor de los movimientos dadaísta y surrealista en Estados Unidos.

Empieza a cantar a la edad de cinco años y dos años después se traslada a Brooklyn con su familia, donde va a la escuela. Recibe una beca para estudiar Arquitectura y la rechaza al igual que la idea de una educación académica.
En Nueva York trabaja como grabador y en una agencia de publicidad, a la vez que asiste a las clases nocturnas de la National Academy of Design. Sus primeros contactos con la vanguardia neoyorquina se producen en sus visitas a la galería de Alfred Stieglitz y en las tertulias de los Arensberg.


En 1908 se casa con Adon Lacroix, una poeta belga. Su primera exposición individual tiene lugar en la Daniel Gallery de Nueva York en 1915. Funda, junto a Marcel Duchamp y Francis Picabia, el Dadá neoyorquino.
En 1918 trabaja con aerógrafos sobre papel fotográfico y en 1920, con K. Dreier y M. Duchamp, funda la Société Anonyme, una compañía desde la cual gestionan todo tipo de actividades de vanguardia (exposiciones, publicaciones, instalaciones, películas, conferencias, etc.). Diez años después se instala en París hasta 1940, y allí centraliza el Dadá parisino.
Ante la imposibilidad de vender su obra, Man Ray vuelve a la fotografía.
Sus primeras obras experimentales son los Rayographs de 1921, imágenes fotográficas sacadas sin cámara (imágenes abstractas obtenidas con objetos expuestos sobre un papel sensible a la luz y luego revelado). Hace también retratos, de hecho se convierte en fotógrafo retratista de personalidades de la cultura.
Cuando el surrealismo se separa del dadaísmo en 1924, Ray es uno de sus fundadores y está incluido en la primera exposición surrealista en la galería Pierre de París en 1925.
Realiza esculturas surrealistas siguiendo el modelo del arte encontrado creado por Marcel Duchamp, como Object to dead be Destroyed (Objeto para ser destruido) de 1923; Man Ray añadió a un metrónomo normal, de 26 cm de altura, la fotografía de un ojo en la aguja. Nueve años después Man Ray es abandonado por su pareja, Lee Miller, a consecuencia de lo cual Man Ray sustituyó el ojo de alguien desconocido por el de su ex amante, y cambió el título del ready-made por el de Objeto de destrucción. En 1957, un grupo de estudiantes destruyeron, en efecto, el metrónomo, pero Man Ray lo reconstruyó en 1963, y lo tituló definitivamente Objeto indestructible, dándole a la obra un giro conceptual. En el Museo Reina Sofía se encuentra una reproducción a escala gigante de esta obra conservada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Inspirado por su modelo y amante Alice Prin, conocida como Kiki de Montparnasse, hace Le Violon d'Ingres (1924).
En los años treinta realiza la serie de las solarizaciones, negativos fotográficos expuestos a la luz, y sigue pintando en un estilo surrealista; publica varios volúmenes de fotografías y rayógrafos.


Tumba de Man Ray
Hacia finales de los años veinte comienza a realizar películas de vanguardia, como la Estrella de mar (1927).
En 1936 su obra está presente en la exposición Arte Fantástico, Dadá y Surrealismo del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
En 1940, escapando de la ocupación nazi de París, se instala en Hollywood y en Nueva York, regresando a Francia en el año 1951. Durante su estancia en California se gana la vida enseñando como profesor.
La fértil producción de Ray elude categorizaciones netas y refleja su ágil y humorística sensibilidad. Entre pinturas y fotografías hay que incluir películas, objetos, collages, obra gráfica, dibujos, diseño publicitario y moda.
Como pionero de Dadá y Surrealismo su aproximación se caracteriza por lo irracional y lo incongruente, provocando erotismo y escándalo. "La búsqueda de la libertad y el placer; eso ocupa todo mi arte", dirá.
En 1963 publica su Autobiografía; antes de morir, el Metropolitan Museum de Nueva York le dedica una retrospectiva a su obra fotográfica (1973).
Muere el 18 de noviembre de 1976, en París. Sus restos descansan en el Cementerio de Montparnasse.

Maestros de la Fotografía: André Kertesz



André Kertész

André Kertész (Budapest, Hungría, 2 de julio de 1894 - Nueva York, Estados Unidos, 28 de septiembre de 1985) fue un fotógrafo húngaro. Es conocido por sus contribuciones a la composición fotográfica y por sus esfuerzos para establecer y desarrollar el ensayo fotográfico. Durante los primeros años de su carrera, sus trabajos no fueron apreciados debido a sus ángulos poco ortodoxos y a su deseo de conservar un estilo fotográfico personal. Incluso al final de su vida Kertész consideró que no había obtenido el reconocimiento que merecía. Actualmente, es considerado una de las figuras más influyentes del periodismo fotográfico.
A pesar de que su familia deseaba que trabajara como corredor de bolsa, Kertész se convirtió en un fotógrafo autodidacta y sus primeros trabajos fueron publicados principalmente en revistas, una tendencia que se mantuvo durante la mayoría de su carrera. Kertész sirvió brevemente en la Primera Guerra Mundial. En 1925 se mudó a París en contra de los deseos de su familia, en donde formó parte del creciente grupo de artistas inmigrantes y del movimiento dadaísta. Además, allí su trabajo fue exitoso crítica y comercialmente. Sin embargo, la amenaza inminente de la Segunda Guerra Mundial lo obligó a emigrar a los Estados Unidos, donde tuvo una vida más difícil y tuvo que reconstruir su reputación a través de comisiones. También tuvo altercados con varios editores, ya que no creía que ellos reconocieran su trabajo. Durante los años 1940 y los años 1950, Kertész dejó de trabajar para revistas y ganó éxito internacional. A pesar de los numerosos premios que obtuvo durante los años, Kertész consideraba que el público y la crítica no valoraban sus obras, un sentimiento que perduró hasta su muerte. Su carrera se divide generalmente en cuatro periodos llamados el periodo húngaro, el periodo francés, el periodo estadounidense y el periodo internacional.

Periodo húngaro

En 1912, cuando tuvo suficiente dinero, Kertész compró su primera cámara (una cámara rectangular ICA),a pesar de las protestas de su familia para que continuara su carrera en los negocios. Durante su tiempo libre, Kertész empezó a tomar fotografías a los campesinos locales, a los gitanos y a los paisajes de la Gran Llanura Húngara. Se cree que su primera fotografía fue "Niño durmiendo, Budapest, 1912",4 aunque sus trabajos no se empezaron a publicar hasta después de 1917, cuando era un miembro de ejército austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial. Sus fotografías fueron publicadas por primera vez en la revista Érdekes Újság.5 Kertész aprendió por sí mismo como usar una cámara. Para 1914 su estilo distintivo y maduro era evidente (por ejemplo, "Eugene, 1914").
En 1914, a los 20 años, fue enviado al frente de batalla, donde tomó fotografías de la vida en las trincheras con una cámara ligera (una Tenax de Goerz). Desafortunadamente, la mayoría de estas fotografías fueron destruidas durante la revolución húngara de 1919. En 1915, fue herido por una bala y su brazo derecho quedó paralizado temporalmente.
Kertész fue enviado a un hospital militar en Budapest, pero más tarde fue transferido a Esztergom, donde continuó tomando fotos, incluyendo un autorretrato con el que participó en una competencia de la revista Borsszem Jankó.5 6 La obra más conocida de éste periodo es "Nadador bajo el agua, Esztergom, 1917", la única fotografía que sobrevive de una serie que muestra nadadores cuya imagen es distorsionada por el agua. Está serie provocó que Kertész se interesara en distorsiones, lo que lo llevó a realizar una serie llamada "Distorsiones" a principios de los años 1930.
Kertész permaneció fuera del campo de batalla durante el resto de la guerra. Luego de esto, regresó a trabajar en la bolsa de valores.5 Allí conoció a su futura esposa, Erzsebet Salomon (quien más tarde cambiaría su nombre por Elizabeth Saly). Durante este periodo y durante el resto de su carrera, Elizabeth sería modelo para muchas de sus fotografías.
Kertész continuó dedicando su tiempo libre a la fotografía y tomó numerosas fotografías usando a su hermano Jen? como modelo. Aún así, no estaba satisfecho con su trabajo en la bolsa de valores, por lo que a principios de los años 1920 abandonó su carrera para dedicarse a la agricultura y la apicultura. Sin embargo, esta aventura fue de corta duración debido al desorden político y al comunismo en la zona rural húngara.
Luego de regresar a su trabajo como corredor de bolsa, Kertész decidió abandonar Hungría, principalmente para escapar de su estilo de vida, pero también para unirse a una de las escuelas fotográficas de Francia. Sin embargo, su madre lo persuadió para que no se marchara. Su sueño de salir de Hungría no se realizaría hasta varios años después. Mientras tanto, siguió trabajando en la bolsa y dedicándose a la fotografía en su tiempo libre.
En 1923, la Asociación de Fotógrafos Aficionados de Hungría le ofreció una medalla de plata por una de sus fotografías, pero con la condición de que ésta debería ser impresa usando el proceso de bromoleotipia. Kertész se rehusó a utilizar este proceso y rechazó la medalla, aceptando sólo un diploma de la asociación.
Sin embargo, Kertész fue recompensado cuando una de sus fotografías apareció en la portada de la revista Érdekes Újság en el número del 26 de junio de 1925. La revista ya había usado una de sus fotografías en el número del 25 de marzo de 1917, pero esta fue la primera vez que una foto de Kertész apareció en una portada. Para ese entonces, ya había decido que se mudaría a París y así poder usar elementos artísticos de la ciudad.

Periodo francés

Kertész emigró a París en septiembre de 1925 en contra de los deseos de su madre, dejando atrás a sus hermanos, a Elizabeth y a su tío Lipót, quien murió poco después.3 Su hermano Jen? también emigró a Argentina, pero Elizabeth permaneció en Hungría hasta que Kertész pudiera establecerse en París. Kertész fue uno de los muchos artistas que emigraron del Imperio Austrohúngaro, incluyendo a François Kollar, Robert Capa, Emeric Fehér y Brassaï. Tampoco fue el único artista que inmigró a París; Man Ray, Germaine Krull (quien participó en algunas exhibiciones con Kertész) y Lucien Aigner también inmigraron durante este periodo. En París, Kertész obtuvo éxito comercial y de crítica realizando publicaciones en revistas y posteriormente haciendo comisiones para varias revistas europeas. Fue el primer fotógrafo en realizar una exhibición individual. Esto ocurrió cuando Jan Slivinsky organizó exhibiciones individuales para treinta fotógrafos en la Gallerie Au Sacre du Printemps en 1927.
Kertész cambió su primer nombre por André luego de su llegada a París y usaría éste nombre por el resto de su vida. En ese entonces, muchos fotógrafos estaban interesados en el dadaísmo, el cual se estaba convirtiendo en un movimiento artístico considerable, especialmente en Francia. Kertész pronto conoció a varios miembros del movimiento y se relacionó con ellos. Además, contactó y visitó a otros fotógrafos y artistas húngaros mientras estaba en París. Más adelante, realizaría exposiciones junto a algunos de estos artistas. Kertész disfrutaba particularmente visitando a sus amigos escultores y también le impresionaba el cubismo. Durante su tiempo libre retrató a varios artistas, incluyendo a los pintores Piet Mondrian y Marc Chagall, la escritora Colette y el cineasta Sergéi Eisenstein. En 1928, Kertész dejó de usar cámaras con platos y adquirió una Leica; rápidamente, se acostumbró a su nueva cámara.6 7 Éste periodo, especialmente a finales de los años 1920, fue uno de los más productivos de su carrera, ya que tomaba fotografías diariamente y publicaba varias de estas en revistas. También dividía su tiempo cuidadosamente entre encargos y su fotografía personal.En 1930, Kertész ganó una medalla de plata por sus servicios a la fotografía en la Exposition Coloniale en París.
Varias revistas francesas como VU y Art et Médecine publicaron fotos hechas por Kertész, muchas de las cuales fueron usadas en portadas. Kertész trabajó frecuentemente junto al editor de la revista Vu, Lucien Vogel, quien publicaba sus fotografías sin ninguna prosa y lo dejaba realizar reportajes sobre temas diversos. Kertész disfrutaba viajar en Paris y sus alrededores tomando fotografías relacionadas con el tema que Volgel le asignara. En 1933, le encargaron realizar una de sus más famosas series fotográficas titulada "Distorsiones": una serie de 200 fotografías de dos modelos desnudos (un hombre y una mujer) en distintas poses frente a varios espejos cóncavos y convexos. En algunos casos la imagen de los modelos, Najinskaya Verackhatz y Nadia Kasine, aparecía tan distorsionada que sólo algunas extremidades o facciones eran visibles en la fotografía. Algunas de las fotos de esta serie aparecieron en el número del 2 de marzo de la revista Le Sourire y posteriormente en el número del 15 de septiembre de 1933 de Arts et métiers graphiques. Kertész publicó el libro Distorsiones con todas las fotografías más tarde ese año.
Luego de la publicación de su primer libro de fotografías, Enfants (dedicado a Elizabeth y a su madre, quien había muerto poco antes), en 1933, Kertész publicó varios libros de fotografía.2 6 Su próximo libro, Paris, fue publicado en 1934 y fue dedicado a sus hermanos Imre y Jen?. Nos Amies les bêtes (Nuestros amigos los animales) fue lanzado en 1936 y Les Cathédrales du vin (Las catedrales de vino) en 1937.
Aunque su familia no lo sabía, Kertész se había casado con una fotógrafa francesa llamada Rosza Klein (también conocida como Rogi André) a finales de los años 1920.2 El matrimonio fue corto y Kertész nunca habló sobre el tema hasta su muerte para no desilusionar a Elizabeth. En 1930, viajó a Hungría para visitar a su familia, pero regresó a París poco después. Elizabeth se mudó con él en 1931, a pesar de la oposición de su familia, y la pareja no se separaría a partir de entonces. Contrajeron matrimonio el 17 de junio de 1933 y Kertész empezó pasar menos tiempo con sus amigos artistas y fotógrafos para estar con su esposa.
Cuando Kertész se casó, el Partido Nazi estaba adquiriendo poder en Alemania. Esto provocó que las revistas empezaran a publicar reportajes sobre política. Muchas revistas dejaron de publicar fotografías de Kertész ya que no tenían relación alguna con temas políticos. A partir de entonces, Kertész empezó a recibir menos comisiones, por lo que, con el consentimiento de Elizabeth, planeó mudarse a Nueva York para trabajar con la agencia Keystone de Ernie Prince. En 1936, ante la amenaza de la Segunda Guerra Mundial y la falta de trabajo, Kertész y Elizabeth abordaron el SS Washington con rumbo a Manhattan.

Periodo estadounidense

Kertész llegó a Nueva York el 15 de octubre de 1936 con la intención de reavivar su inspiración y volverse famoso como fotógrafo en los Estados Unidos.2 3 La pareja se estableció en el Beaux Arts Hotel en Greenwich Village.5Desde su llegada, Kertész descubrió que la vida en los Estados Unidos era más difícil de lo que había imaginado. Más tarde se referiría a éste periodo de su vida como una "absoluta tragedia."4 Ahora no tenía a sus amigos artistas de Francia y las personas en Estados Unidos no eran tan amables cuando los fotografiaban como la gente en París.
Poco después de su llegada, Kertész contactó a Beaumont Newhall, el director del departamento fotográfico del Museo de Arte Moderno de Nueva York, quien estaba preparando una exhibición titulada Photography 1839–1937.
Sin embargo, cuando Kertész le ofreció algunas de las fotografías de "Distorsiones", Newhall las criticó, lo que ofendió a Kertész. A pesar de esto, Newhall exhibió las fotografías.6 En diciembre de 1997, Kertész tuvo una exhibición individual en la PM Gallery. Su situación empeoró cuando la agencia Keystone le hizo pasar la mayor parte del tiempo trabajando en el estudio de la compañía, a pesar de haberle ofrecido transporte a diferentes lugares para que realizara periodismo fotográfico.2 Kertész trató de realizar una visita a Francia, pero no tenía dinero. Para cuando había ahorrado suficiente, la Segunda Guerra Mundial ya había empezado, lo que imposibilitó el viaje. Sus problemas con el inglés también lo afectaron.
En Francia, había sobrellevado su incapacidad para hablar francés, pero en Nueva York, donde se sentía como un forastero, sus problemas con el lenguaje tuvieron un efecto mayor.
Sintiéndose cada vez más frustrado con la ciudad, Kertész dejó Keystone luego de que su jefe Ernie Prince abandonara la compañía en 1937. Posteriormente, la revista Harper's Bazaar le encargó fotografías para un artículo sobre la tienda de departamentos Saks Fifth Avenue para su número de abril de 1937.3 Kertész continuó trabajando con la revista, además de aceptar comisiones de Town & Country para suplementar sus ingresos. La revista Vogue lo ofreció un trabajo,3 pero él rechazó la oferta ya que temía que no pudiera fotografiar en un estudio como se acostumbraba en el mundo de la moda. En cambio, aceptó un trabajo en la revista Life. Su primera obra para ellos fue una pieza llamada The Tugboat (El Remolcador). A pesar de sus órdenes, Kertész no se limitó a fotografiar remolcadores, sino todo el muelle y sus actividades. Debido a esto, Life se rehusó a publicar sus fotos. Nuevamente, Kertész se sintió frustrado con la ciudad y su industria fotográfica.
En el número del 25 de octubre de 1938 de Look, la revista publicó una serie de fotografías de Kertész llamada A Fireman Goes to School, pero los créditos le fueron dados a Ernie Prince, su antiguo jefe.

Kertész, enfurecido, contempló la posibilidad de no volver a trabajar para ninguna revista. Sin embargo, sus fotografías aparecieron en la revista Coronet en 1937, pero en 1939 se desilusionó cuando la revista no incluyó ninguna de sus fotos en un número con la selección de la "Fotografías más memorables" de Coronet. Posteriormente, Kertész terminaría su relación con la revista y su editor Arnold Gingrich. La situación se repitió en el número de junio de 1941 de Vogue, el cual estaba dedicado a las fotografías en honor de Condé Montrose Nast, fundador de Condé Nast Publications. A pesar de haber realizado más de treinta ensayos fotográficos para Vogue y House & Garden, Kertész no apareció en la lista de fotógrafos. Ese mismo año Kertész y Elizabeth fueron declarados enemigos extranjeros, ya que ambos portaban pasaportes húngaros, por lo que no se le permitió fotografiar exteriores ni nada relacionado con seguridad nacional.

Más tarde, se lo tomarían las huellas digitales. Kertész dejó de realizar comisiones y abandonó la fotografía durante tres años, ya que no quería ser arrestado ni tener problemas políticos para no perjudicar a Elizabeth, quien había iniciado un negocio de cosméticos (Cosmia Laboratories) con un amigo húngaro.
Elizabeth obtuvo la ciudadanía estadounidense el 20 de enero de 1944 y su esposo el 3 de febrero.

A pesar de la fuerte competencia con otros fotógrafos como Irving Penn, Kertész continuó realizando comisiones. Aunque no fue incluido entre los sesenta y tres fotógrafos del "árbol genealógico fotográfico" de Vogue (el cual incluía los fotógrafos más importantes de la era), fue contratado por House & Garden para realizar una comisión de Navidad. En junio de 1944, László Moholy-Nagy le ofreció un puesto como profesor en la New Bauhaus - American School of Design, pero Kertész rechazó la oferta. En 1945, lanzó un nuevo libro de fotografías llamado Day of Paris, el cual incluía fotografías que había tomado justo antes de abandonar Europa. El libro fue un éxito de crítica. Kertész aceptó un contrato de larga duración con House & Garden en 1946. Aunque el contrato restringía su trabajo editorial y lo obligaba a pasar la mayor parte del tiempo en el estudio, se le pagaba US$10.000 y le devolvían todos los negativos después de seis meses.
Aunque los temas que podía fotografiar eran limitados, Kertész fue enviado a varios lugares y casas famosos. Incluso viajó internacionalmente, visitando Inglaterra, París y Budapest. Entre 1945 y 1962, más de 3.000 de sus fotografías fueron publicadas en House & Garden y se volvió conocido en la industria fotográfica. Sin embargo, realizó pocos trabajos personales durante este periodo.

Últimos años y muerte

En 1946, Kertész tuvo una exhibición individual en el Art Institute of Chicago, compuesta principalmente por fotos de la serie Day of Paris. Frecuentemente se refería a este como uno de sus mejores momentos en los Estados Unidos.5 Esta fue su última exhibición hasta 1962, cuando algunas de sus fotografías fueron expuestas en la Long Island University. Durante el periodo que pasó trabajando para House & Garden, Kertész se sintió insultado nuevamente cuando su trabajo no apareció en la famosa exposición de Edward Steichen The Family of Man en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1955. A finales de 1961, terminó su contrato con Condé Nast Publishing debido a un altercado menor. Kertész, sintiéndose libre de los confines de la revista, trató de volver a la escena fotográfica internacional.
Esta parte de su vida es conocida como el periodo internacional, ya que ganó fama internacional y tuvo exhibiciones en varios países. En 1963 participó en la IV Mostra Biennale Internazionale della Fotografia en Venecia y más tarde en ese año tuvo una exposición en la Biblioteca Nacional de Francia en París. En Venecia recibió una medalla de oro por su dedicación a la industria fotográfica. Posteriormente visitaría a su hermano Jen en Argentina.

Durante este periodo, Kertész experimentó con fotografías en color, pero sólo realizó unas cuantas de éstas. En 1964 Kertész tuvo una exposición individual en el Museo de Arte Moderno, poco después de que John Szarkowski se convirtiera en el director de fotografía del museo.5 La exhibición fue aclamada críticamente y poco después Kertész se volvió conocido en los círculos fotográficos como una figura importante. En 1952, se mudó con su esposa a un apartamento cerca del Washington Square Park. Allí Kertész tomó algunas de sus mejores fotografías desde que había llegado a los Estados Unidos. Las fotos, tomadas usando un teleobjetivo, mostraban el parque cubierto de nieve con numerosas siluetas y huellas.
Durante los años venideros, además de participar en numerosas exhibiciones alrededor del mundo, Kertész también recibió varios premios: en 1965, fue nombrado miembro de la American Society of Media Photographers; en 1974 se le otorgó la Beca Guggenheim y fue nombrado Comandante de la Orden de las Artes y las Letras; en 1977, recibió el Mayor's Award of Honor for Arts and Culture en Nueva York; en 1980, se le otorgó la Médaille de la Ville de Paris (Medalla de la Ciudad de París); y en ese mismo año ganó el primer Premio Anual de la Association of International Photography Art Dealers. En 1981, recibió un doctorado honorario del Bard College y recibió por segunda ocasión el Mayor's Award of Honor for Arts and Culture. Kertész produjo varios libros durante este periodo y recuperó varios de los negativos que había dejado en Francia años atrás.

Durante sus últimos años, Kertész viajó a varios países para sus exhibiciones, especialmente a Japón, y logró restablecer sus relaciones con otros artistas. Elizabeth murió de cáncer en 1977.
Para sobrellevar la pérdida, Kertész empezó a pasar más tiempo con sus amigos, visitándolos algunas noches para conversar. Para entonces, ya había aprendido inglés básico y hablaba con sus amigos una extraña mezcla de inglés, húngaro y francés.

En 1979, Polaroid le regaló una de sus nuevas SX-70, con la cual experimentó durante los años 1980. En 1982, se lo otorgó el Gran Premio Nacional de Fotografía en París y ganó el 21° Premio Anual George Washington de la American Hungarian Foundation. Su agente, Susan Harder, trató activamente de que otros reconocieran las contribuciones de Kertész a la historia de la fotografía. En 1983, Kertész recibió un doctorado honorario del Royal College of Art. En ese mismo año, fue nombrado Caballero de la Legión de Honor y se lo otorgó un apartamento para sus futuras visitas a París. Otros de los reconocimientos que recibió son: el Annual Lifetime Achievement Award del Maine Photographic Workshop (1984), el Californian Distinguished Career in Photography Award (1985), el primer Annual Master of Photography Award del International Center of Photography (1985) y un doctorado honorario de la Parsons The New School for Design. Además de estos reconocimientos, el Museo Metropolitano de Arte compró 100 de sus fotografías en 1984, la mayor adquisición de fotografías de un artista vivo por un museo.

Kertész murió cuando dormía en su hogar el 28 de septiembre de 1985. Sus restos fueron cremados y enterrados junto a los de sus esposa.

Legado
Kertész consideraba que su trabajo no había sido reconocido debidamente, a pesar de haber pasado la mayor parte de su vida buscando aceptación y fama. Aunque recibió numerosos premios por sus fotografías, nunca sintió que su estilo fuera aceptado de la misma manera por los críticos y la audiencia. En 1927, fue el primer fotógrafo en tener una exposición individual. Durante el periodo estadounidense, fue considerado un artista íntimo, llevando al espectador dentro de su obra, incluso si la foto era sobre la ciudad de Nueva York.

Después de su muerte, su trabajo siguió recibiendo críticas positivas, siendo considerado un fotógrafo consistentemente fino. Su obra es conocida por el uso predominante de la luz; el mismo Kertész dijo "Yo escribo con luz." Kertész no era seguidor de ningún movimiento político y sus fotografías se limitaban a representar la simplicidad de la vida. Con su estilo íntimo y su tono nostálgico, sus fotografías tienen una sensación de eternidad que no fue reconocida hasta después de su muerte.

A diferencia de otros fotógrafos, sus obras daban una idea de su estilo vida, mostrando en orden cronológico donde había estado; por ejemplo, muchas de las fotografías del periodo francés fueron tomadas en cafés donde pasa la mayor parte del tiempo buscando inspiración.

Aunque casi nunca recibía críticas negativas, fue la falta de críticas lo que lo llevó a sentir que no era reconocido. Actualmente, Kertész es considerado el padre del periodismo fotográfico.

Varios fotógrafos han sido influenciados por los trabajos de Kertész, incluyendo a Henri Cartier-Bresson.

Maestros de la Fotografia: Dorothea Lange

Dorothea Lange. Fotógrafa, Fotoperiodista

Dorothea Lange (25 de mayo de 1895, Hoboken, EE. UU. - 11 de octubre de 1965, San Francisco, EE. UU.) fue una influyente fotoperiodista documental mejor conocida por su obra la "Gran Depresión" para la oficina de Administración de Seguridad Agraria. Las fotografías humanistas de Lange sobre las terribles consecuencias de la Gran Depresión la convirtieron en una de las periodistas más destacadas del fotoperiodismo mundial.

Dorothea Margarette Nutzhorn nació en Hoboken, Nueva Jersey (EEUU) el 25 de mayo de 1895. Se quitó su segundo nombre (Margarette) y adoptó el apellido de soltera de su madre, Lange. En 1902, a la edad de 7 años, padeció Poliomielitis y como era usual en la época, los niños con dicha enfermedad recibían tratamiento de manera tardía, lo que la hizo crecer con una constitución débil y deformaciones en los pies, lo que no le impediría su carrera futura.
Estudió fotografía en Nueva York como alumna de Clarence H. White e informalmente participó como aprendiz en numerosos de sus estudios fotográficos como aquel del célebre Arnold Genthe. En 1918 se transladó a San Francisco en donde abrió un exitoso estudio. Vivió en la Bahía Berkeley por el resto de su vida. En 1920 se casó con el notable pintor Maynard Dixon con el cual tuvo dos hijos: Daniel, nacido en 1925 Y John, nacido en 1928.

Con el comienzo de la Gran Depresión, Lange llevó el lente de sus cámaras de su estudio a las calles. Sus estudios de desempleados y gente sin hogar capturaron pronto la atención de fotógrafos locales y la llevaron a ser contratada por la administración federal, posteriormente llamada "Administración para la Seguridad Agraria" (Farm Security Administration).

En diciembre de 1935 se divorcia de Dixon y se casa con el economista agrario Paul Schuster Taylor, profesor de economía de la Universidad de California. Taylor, forma a Lange en asuntos sociales y económicos y juntos hacen un documental sobre la pobreza rural y la explotación de los cultivadores y trabajadores inmigrantes por los siguientes seis años. Taylor hacía las entrevistas y recogía la información económica y Lange tomaba las fotos.
Entre 1935 y 1939 Lange trabajó para departamentos oficiales siempre poniendo en sus fotos al pobre y al marginal, especialmente campesinos, familias desplazadas e inmigrantes. Distribuidas sin costo a los periódicos nacionales, sus fotos se volvieron en íconos de la era.


Madre Inmigrante, Florence Owens Thompson, el clásico de Lange.
La fotografía de Lange que quedó como su mayor clásico fue "Madre Inmigrante". La mujer en la foto es Florence Owens Thompson, pero Lange aparentemente nunca supo su nombre.
En 1960 Lange habló de su experiencia al tomar la foto:
Vi y me acerqué a la famélica y desesperada madre como atraida por un imán. No recuerdo cómo expliqué mi presencia o mi cámara a ella, pero recuerdo que ella no me hizo preguntas. No le pedí su nombre o su historia. Ella me dijo su edad, que tenía 32 años. Me dijo que habían vivido de vegetales fríos de los alrededores y pájaros que los niños mataban. Acababa de vender las llantas de su coche para comprar alimentos. Ahí estaba sentada reposando en la tienda con sus niños abrazados a ella y parecía saber que mi fotografía podría ayudarla y entonces me ayudó. Había una cierta equidad en esto.
De acuerdo al hijo de Thompson, Lange se equivocó en algunos detalles de esta historia, pero el impacto de la fotografía se basó en mostrar la fuerza y necesidad de los obreros inmigrantes.

En 1941, Lange recibió el premio Guggenheim Fellowship por la excelencia en fotografía. Después del ataque de Pearl Harbor, dio su prestigio para registrar la fuerza de la evacuación de los japoneses estadounidenses (Nisei) en los campos de concentración del occidente del país. Cubrió todos los actos de reubicación de los japoneses, su evacuación temporal en centros de reunión y los primeros campos permanentes. Para muchos observadores, sus fotografías de muchachas japonesas estadounidenses presentando honor a la bandera antes de ser enviadas a campos de concentración es un recuerdo de las políticas de detención de personas sin ningún cargo criminal y sin derecho a defenderse.
Sus imágenes fueron tan obviamente críticas que el Ejército las embargó. Dichas fotografías están en la actualidad disponibles en la División Fotográfica y la Biblioteca Bancroft de la Universidad de California.

En 1952, Lange fue la cofundadora de la revista Aperture. En las dos últimas décadas de su vida, su salud fue bastante pobre. Sufrió de problemas gástricos, úlceras y los síndromes del post-poliomilitis.
Murió el 11 de octubre de 1965 de cáncer a la edad de 70 años.
En 1972 el Museo Whitney utilizó las fotos de Lange en una exhibición titulada "Orden Ejecutiva 9066" en la cual se resaltaba la internación de los japoneses estadounidenses en campos de concentración durante la II Guerra Mundial.

Roland Barthes EL MENSAJE FOTOGRÁFICO

Aqui pongo a disposición un apunte de Rolad Barthes, el semiólogo francés, estructuralista e influenciada por Saussure.
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La fotografía periodística es un mensaje. El conjunto de ese mensaje está constituido por una fuente emisora, un canal de transmisión y un medio receptor. La fuente emisora es la redacción del diario, el grupo de técnicos, algunos de los cuales sacan la fotografía, otros la seleccionan, la componen, la tratan y otros, por fin, le ponen un título, le agregan una leyenda y la comentan. El medio receptor es el público que lee el diario. Y el canal de transmisión, el diario mismo, o más precisamente, un complejo de mensajes concurrentes, cuyo centro es la fotografía y cuyos contornos están representados por el título, la leyenda, la compaginación, y de manera más abstracta, pero no menos , el nombre mismo del diario (pues ese nombre constituye un saber que puede desviar notablemente la lectura del mensaje propiamente dicho: Una foto puede cambiar de sentido al pasar de L’Aurore a L’Humanité).(*) Estas constataciones no son indiferentes, pues vemos claramente que las tres partes tradicionales del mensaje no exigen el mismo método de exploración. Tanto la emisión como la recepción del mensaje dependen de una sociología: se trata de estudiar grupos humanos, de definir móviles, actitudes y de intentar relacionar el comportamiento de esos grupos con la sociedad total de la que forman parte. Pero para el mensaje en sí, el método debe ser diferente: cualquiera sea el origen y el destino del mensaje, la fotografía no es tan sólo un producto o una vía, sino también un objeto dotado de una autonomía estructural. Sin pretender en lo más mínimo separar este objeto de su uso, es necesario prever en este caso un método particular, anterior al análisis sociológico mismo, y que no puede ser sino el análisis inmanente de esa estructura original que es una fotografía.

Es evidente que incluso desde el punto de vista de un análisis puramente inmanente, la estructura de la fotografía no es una estructura aislada; se comunica por lo menos con otra estructura, que es el texto (título, leyenda o artículo) que acompaña toda fotografía periodística. Por consiguiente, la totalidad de la información está sostenida por dos estructuras diferentes (una de las cuales es lingüística); estas dos estructuras son concurrentes, pero como sus unidades son heterogéneas, no pueden mezclarse; en un caso (el texto) la sustancia del mensaje está constituida por palabras; en el otro (la fotografía), por líneas, planos, tintes. Además, las dos estructuras del mensaje ocupan espacios reservados, contiguos, pero no , como por ejemplo en un jeroglífico que funde en una sola línea la lectura de las palabras y las imágenes. De este modo, y aunque no haya nunca fotografías periodísticas sin comentario escrito, el análisis debe apuntar en primer término a cada estructura por separado; y sólo cuando se haya agotado el estudio de cada estructura podrá entenderse la forma en que se complementan. De estas dos estructuras, una, la de la lengua, ya es conocida (lo que no se conoce es la de la que constituye el habla del diario; en este sentido queda aún un enorme trabajo por realizar); la otra, la de la fotografía propiamente dicha, es prácticamente desconocida. Nos limitaremos aquí a definir las primeras dificultades de un análisis estructural propiamente dicho.

La paradoja fotográfica

¿Cuál es el contenido del mensaje fotográfico? ¿Qué transmite la fotografía? Por definición, la esencia en sí, lo real literal. Del objeto a su imagen hay por cierto una reducción: de proporción, de perspectiva y de color. Pero esta reducción no es en ningún momento una transformación (en el sentido matemático del término). Para pasar de lo real a su fotografía, no es necesario segmentar esa realidad en unidades y erigir esas unidades en signos sustancialmente diferentes del objeto cuya lectura proponen. Entre ese objeto y su imagen, no es necesario disponer de un relevo (relais), es decir de un código. Si bien es cierto que la imagen no es lo real, es por lo menos su analogon perfecto, y es precisamente esa perfección analógica lo que, para el sentido común, define la fotografía. Aparece así la característica particular de la imagen fotográfica: es un mensaje sin código, proposición de la cual es preciso deducir de inmediato un corolario importante: el mensaje fotográfico es un mensaje continuo.

¿Existen otros mensajes sin código? A primera vista sí: precisamente todas las reproducciones analógicas de la realidad: dibujos, pinturas, cine, teatro. Pero en realidad, cada uno de estos mensajes desarrolla de manera inmediata y evidente, además del contenido analógico en sí (escena, objeto, paisaje), un mensaje suplementario, que es lo que llamaremos corrientemente estilo de la reproducción. Se trata en este caso de un sentido secundario, cuyo significante es un cierto de la imagen por parte del creador, y cuyo significado, ya sea estético o ideológico, remite a una cierta de la sociedad que recibe el mensaje. En suma, todas las estas imitativas contienen dos mensajes: un mensaje denotado que es el analogon en sí, y el mensaje connotado, que es la manera como la sociedad hace leer, en cierta medida, lo que piensa. Esta dualidad de los mensajes es evidente en todas las reproducciones no fotográficas: no hay dibujo, por que sea, cuya exactitud misma no se convierta en estilo; no hay escena filmada cuya objetividad no sea finalmente leída como el signo mismo de la objetividad. Tampoco en este caso se llevó a cabo el estudio de estos mensajes connotados (en primer lugar habría que decidir si lo que se llama obra de arte puede reducirse a un sistema de significaciones). Sólo puede preverse que en el caso de que todas estas artes imitativas sean comunes, es verosímil que el código del sistema connotado esté constituido ya sea por una simbólica universal, ya sea por una retórica de época, en una palabra, por una reserva de estereotipos (esquemas, colores, grafismos, gestos, expresiones, agrupaciones de elementos). Ahora bien, en principio nada de todo esto se da en la fotografía, en todo caso en la fotografía periodística que no es nunca fotografía . Al hacerse pasar por una analogía mecánica de lo real, en cierta medida, su mensaje primario llena por completo su sustancia y no deja lugar para el desarrollo de un mensaje secundario. En suma, de todas las estructuras de información (1), la fotografía sería la única que está exclusivamente constituida y ocupada por un mensaje , que agotaría por completo su ser. Ante una fotografía, el sentimiento de , o si se prefiere, de plenitud analógica, es tan fuerte, que su descripción es literalmente imposible, puesto que describir es precisamente adjuntar al mensaje denotado, un relevo o un mensaje secundario, tomado de un código que es la lengua, y que constituye fatalmente, por más cuidados que se tomen para ser exactos, una connotación respecto de lo análogo fotográfico: por consiguiente, describir no es tan sólo ser inexacto o incompleto, sino cambiar de estructura, significar algo distinto de lo que se muestra (2).

Ahora bien, este carácter puramente de la fotografía, la perfección y la plenitud de su analogía, en una palabra su (es decir las características que el sentido común asigna a la fotografía) corren el riesgo de ser míticos, pues de hecho, hay una gran probabilidad (y esto será una hipótesis de trabajo) de que el mensaje fotográfico (al menos el mensaje periodístico) sea connotado. La connotación no se deja necesariamente captar de inmediato a nivel de mensaje en sí (es, sise quiere, a la vez invisible y activa, clara e implícita), pero se la puede inducir de ciertos fenómenos que tienen lugar a nivel de la producción y de la recepción del mensaje: por una parte, una fotografía periodística es un objeto de trabajo, seleccionado, compuesto, construido, tratado según normas profesionales, estéticas o ideológicas, que son otros tantos factores de connotación; y por otra, esta misma fotografía no es solamente percibida, recibida, sino también leída, relacionada más o menos conscientemente por el público que la consume, con una reserva tradicional de signos. Ahora bien, todo signo supone un código, y es precisamente este código (de connotación) lo que habría que tratar de establecer. La paradoja fotográfica sería entonces la coexistencia de dos mensajes, uno sin código (lo análogo fotográfico) y el otro con código (el , o el tratamiento, o la o la retórica fotográfica). Estructuralmente, la paradoja no es la colusión de un mensaje denotado y de mensaje connotado: esa es la característica probablemente fatal de todas las comunicaciones de masa. Lo que sucede es que el mensaje connotado (o codificado) se desarrolla en este caso a partir de un mensaje sin código. Esta paradoja estructural coincide con una paradoja ética cuando queremos ser , nos esforzamos por copiar minuciosamente lo real como si lo analógico fuera un factor que se resiste a la incorporación de valores (esta es, al menos, la definición del estético). ¿Cómo la fotografía puede ser al mismo tiempo y contener valores, natural y cultural? Esta pregunta podrá tal vez ser contestada sólo cuando haya sido posible captar el modo de imbricación del mensaje denotado y del mensaje connotado. Pero para emprender este trabajo hay que recordar que, en la fotografía, el mensaje denotado es absolutamente analógico, es decir, que no recurre a código alguno, es continuo; por consiguiente, no hay motivos para buscar las unidades significantes del primer mensaje. Por el contrario, el mensaje connotado contiene un plano de expresión y un plano de contenido, significantes y significados: obliga pues a un verdadero desciframiento. Este desciframiento sería actualmente prematuro, pues para aislar las unidades significantes y los temas (o valores) significados, habría que realizar lecturas dirigidas (quizás por medio de tests), haciendo variar artificialmente ciertos elementos de la fotografía para observar si esas variaciones de forma provocan variaciones de sentido. Al menos prever desde ahora los principales planos de análisis de la connotación fotográfica.
Los procedimientos de connotación.

La connotación, es decir la imposición de un sentido secundario al mensaje fotográfico propiamente dicho, se elabora en los diferentes niveles de producción de la fotografía (selección, tratamiento técnico, encuadre, compaginación): es, en suma, una codificación de lo analógico fotográfico. Es posible, por consiguiente, ir desentrañando procedimientos de connotación; pero no hay que olvidar que estos procedimientos no tienen nada que ver con unidades de significación, tales como un ulterior análisis semántico permitirá quizás definirlas: estrictamente hablando, no forman parte de la estructura fotográfica. Estos procedimientos son conocidos; nos limitaremos a traducirlos en términos estructurales. En rigor, habría que separar los tres primeros (trucaje, pose, objetos) de los tres últimos (fotogenia, asteticismo, sintaxis), puesto que en esos tres primeros procedimientos, lo que produce la connotaciones una modificación de lo real, es decir, del mensaje denotado (es evidente que este preparativo no es propio de la fotografía). Sin embargo, si se los incluye en los procedimientos de connotación fotográfica, es porque ellos también se benefician con el prestigio de la denotación: La fotografía permite que el fotógrafo esquive la preparación que impone a la escena que va a captar. Pero no por eso, desde el punto de vista de un ulterior análisis estructural, puede asegurarse que sea posible tener en cuenta el material que entregan.

1. Montaje (Trucaje)
En 1951, una fotografía ampliamente difundida en los periódicos norteamericanos, costaba su banca, según parece, al senador Millard Tydings; esta fotografía representaba al senador conversando con el líder comunista Earl Browder. Se trataba, en realidad, de una foto trucada, constituida por el acercamiento artificial de los dos rostros. El interés metódico del trucaje consiste en que interviene, sin dar aviso, dentro del mismo plano de denotación; utiliza la credibilidad particular de la fotografía, que no es, como vimos, más que su excepcional poder de denotación, para hacer pasar por simplemente denotado un mensaje que no es, en realidad, fuertemente connotado; no hay ningún otro tratamiento en el que la connotación adopte en forma tan completa la máscara de la denotación. Es evidente que la significación sólo es posible en la medida que existe una reserva de signos, un esbozo de código; en este caso, el significante es la actitud (la conversación) de los dos personajes; señalaremos que esta actitud no se convierte en signo más que para una cierta sociedad, es decir sólo frente a determinados valores: lo que transforma el gesto de los interlocutores en signo de una familiaridad condenable es el anticomunismo puntilloso del electorado americano; en otras palabras, el código de connotación no es ni artificial (como una lengua verdadera), ni natural: es histórico.

2. Pose. Veamos una fotografía periodística ampliamente difundida en el momento de las últimas elecciones norteamericanas (*): es el busto del presidente Kennedy visto de perfil, los ojos hacia lo alto, las manos juntas. En este caso, lo que prepara la lectura de los significados de connotación es la pose misma del sujeto: juventud, espiritualidad, pureza. La fotografía no es por cierto significante más que porque existe una reserva de actitudes estereotipadas que constituyen elementos de significación ya preparados (mirada hacia lo alto, manos juntas); una de la connotación iconográfica debería pues buscar sus materiales en la pintura, el teatro, las asociaciones de ideas, las metáforas corrientes, etc., es decir, precisamente, en la . Como se dijo, la pose no es un procedimiento específicamente fotográfico, pero es difícil deja de nombrarlo, en la medida en que su efecto proviene del principio analógico que fundamentará la fotografía: el mensaje no es aquí sino : el lector recibe como simple denotación lo que de hecho es una estructura doble, denotada-connotada.

3. Objetos.
Tenemos que reconocer aquí una importancia particular a lo que podría llamarse la pose de los objetos, puesto que el sentido connotado surge entonces de los objetos fotografiados (ya sea que el fotógrafo haya tenido la oportunidad de disponer artificialmente esos objetos frente al objetivo, ya sea que entre varias fotografías el compaginador elija la de tal o cual objeto). Lo interesante es que esos objetos son inductores corrientes de asociaciones de ideas (biblioteca = intelectual), o, de manera más oscura, verdaderos símbolos (la puerta de la cámara de gas de Chessmann remite a la puerta fúnebre de las antiguas mitologías). Estos objetos constituyen excelentes elementos de significación: por una parte, son discontinuos y complejos en sí mismos, lo cual para un signo es una cualidad física; y por otra, remites a significados claros, conocidos. Por consiguiente, son los elementos de un verdadero léxico, estables al punto de poder constituirse fácilmente en sintaxis. Veamos por ejemplo una de objetos: una ventana abierta sobre techos de tejas, un paisaje de viñedos; ante la ventana, un álbum de fotografías, una lupa, un jarro con flores; estamos pues en el campo, al sud de la Loire (viñedos y tejas), en una casa burguesa (flores sobre la mesa), cuyo anciano morador (lupa) revive sus recuerdos (álbum de fotografías): se trata de Franáois Mauriac en Malagar (foto aparecida en Paris-Match).

En alguna medida, la connotación de todas esas unidades significantes sin embargo como si se tratase de una escena inmediata y espontánea, es decir insignificante; se encuentra explicitada en el texto, que desarrolla el tema de los vínculos que unen a Mauriac con la tierra. Es posible que el objeto ya no pose una fuerza, pero posee con toda seguridad un sentido.

4. Fotogenia.
Ya se hizo la teoría de la fotogenia (Edgar Morin en Le Cinéma ou l’Homme imaginaire) y no es este el lugar para insistir acerca de la significación general de este procedimiento. Bastará definir la fotografía en términos de estructura informativa: en la fotogenia, el mensaje connotado está en la imagen misma, (es decir en general sublimada), por técnicas de iluminación, de impresión y de revelado. Sería necesario hacer un recuento de estas técnicas, sólo en la medida en que a cada una de ellas corresponde un significado de connotación suficientemente constante como para poder ser incorporado a un léxico cultural de los técnicos (por ejemplo el , o lanzado por los equipos del doctor Steinert para significar el espacio-tiempo). Este recuento sería además una excelente ocasión para distinguir los efectos estéticos de los efectos significantes -salvo que se llegue a la conclusión de que en fotografía, contrariamente a las intenciones de los fotógrafos de exposición, no hay nunca arte sino siempre sentido- lo que opondría precisamente, según un criterio preciso, la buena pintura, así fuese marcadamente figurativa, a la fotografía.

5. Esteticismo.
Aparentemente, sólo puede hablarse de esteticismo en fotografía de manera ambigua: cuando la fotografía se hace pintura, es decir composición o sustancia visual deliberadamente tratada como , ya sea para significarse a sí misma como (es el caso del de comienzos de siglo), ya sea para imponer un significado por lo general más sutil y más complejo de lo que lo permiten otros procedimientos de connotación. Así por ejemplo, Cartier-Bresson representó el recibimiento que los fieles de Lisieux tributaron al Cardenal Pacelli como un cuadro antiguo; pero esta fotografía no es en absoluto un cuadro. Por una parte, su esteticismo manifiesto remite (maliciosamente) a la idea misma de cuadro (lo cual es contrario a toda pintura verdadera), y por otra, la composición significa aquí, abiertamente, una cierta espiritualidad estática, traducida en términos de espectáculo objetivo. En este caso vemos además la diferencia entre la fotografía y la pintura: en el cuadro de un Primitivo, la no es nunca un significado, sino, por así decirlo, el ser mismo de la imagen; es cierto que en algunas pinturas puede haber elementos de código, figuras de retórica, símbolos de época; pero no unidades significantes que remitan a la espiritualidad, que es una manera de ser, no el objeto de un mensaje estructurado.

6. Sintaxis.
Ya hablamos de una lectura discursiva de objetos-signos dentro una misma fotografía; es natural que varias fotografías puedan transformarse en secuencia (es el caso corriente de las revistas ilustradas); el significante de connotación ya no se encuentra entonces a nivel de ninguno de los fragmentos de la secuencia, sino a nivel (suprasegmental como dirían los lingüistas) del encadenamiento. Veamos cuatro instantáneas de una cacería presidencial en Rambouillet; en cada una de ellas el ilustre cazador (Vincent Auriol) apunta su fusil en una dirección imprevista, con gran peligro para los guardias que huyen o se tiran al suelo: la secuencia (y sólo ella) ofrece como lectura una situación cómica, que surge, según un procedimiento bien conocido, de la repetición y de la variación de las actitudes. En este sentido señalaremos que la fotografía solitaria es rara vez (es decir difícilmente) cómica, al contrario del dibujo; lo cómico necesita movimiento, es decir repetición (lo que es fácil en el cine), o tipificación (lo que es posible en el dibujo), y estas dos le están vedadas a la fotografía.

El texto y la imagen.

Tales son los principales procedimientos de connotación de la imagen fotográfica (repitamos una vez más que se trata de técnicas, no de unidades). Podemos agregar de modo constante el texto mismo que acompaña la fotografía periodística. Se imponen aquí tres observaciones.

En primer lugar la siguiente: el texto constituye un mensaje parásito, destinado a connotar la imagen, es decir, a uno o varios significados secundarios. En otras palabras, y eso representa un vuelco histórico importante, la imagen ya no ilustra la palabra; es la palabra que, estructuralmente, es parásita de la imagen. Este vuelco tiene su precio: en las formas tradicionales de , la imagen funcionaba como una vuelta episódica a la denotación, a partir de un mensaje principal (el texto) sentido como connotado, puesto que necesitaba, precisamente, una ilustración; en la relación actual, la imagen no viene a aclarar o a la palabra; es la palabra que viene a sublimar, patetizar o racionalizar la imagen; pero como esta operación se hace a título accesorio, el nuevo conjunto informativo parece fundarse principalmente en un mensaje objetivo (denotado), del cual la palabra no es más que una suerte de vibración secundaria, casi inconsecuente. Antes, la imagen ilustraba el texto (lo hacía más claro); hoy en día el texto hace más pesada la imagen, le impone una cultura, una moral, una imaginación; antes había una reducción del texto a la imagen, hoy, una amplificación de una a otra: la connotación ya no se vive más que como la resonancia natural de la denotación fundamental constituida por la analogía fotográfica. Nos encontramos pues frente a un proceso caracterizado de naturalización de lo cultural.

Otra observación: el efecto de connotación es probablemente diferente según el modo de presentación de la palabra; cuanto, más cerca se encuentra de la imagen, menos parece connotarla; atrapado en alguna medida por el mensaje iconográfico, el mensaje verbal parece participar de su objetividad, la connotación del lenguaje se vuelve a través de la denotación de la fotografía. Es cierto que no hay nunca una verdadera incorporación, puesto que las sustancias de ambas estructuras (en un caso gráfica, en el otro icónica) son irreductibles; pero es probable que en esa amalgama existan grados, es posible que la leyenda tenga un efecto de connotación menos evidente que la de los títulos o los artículos; título y artículo se separan sensiblemente de la imagen, el título y artículo se separan sensiblemente de la imagen, el título por su impresión, el artículo por su distancia, uno porque rompe, el otro porque aleja el contenido de la imagen; la leyenda, por el contrario, por su misma disposición, por su medida promedio de lectura, parece reforzar la imagen, es decir, participar en su denotación.

Sin embargo es imposible (y esta será la última observación respecto del texto) que la palabra la imagen, pues en el pasaje de una estructura a otra, se elaboran fatalmente significados secundarios. ¿Cuál es la relación que estos significados de connotación mantienen con la imagen? Aparentemente se trata de una explicación, es decir, en cierta medida, de un énfasis; en efecto, la mayoría de las veces el texto no hace más que amplificar un conjunto de connotaciones que ya están incluidas en la fotografía; pero también a veces el texto produce (inventa) un significado enteramente nuevo y que de alguna manera se proyecta retroactivamente en la imagen, hasta el punto de parecer denotado: , dice el título de una fotografía en la que se ve a la reina Isabel y a Felipe de Edimburgo bajando de un avión; sin embargo, en el momento de la fotografía, estos dos personajes ignoraban por completo el accidente aéreo del que acaban de escapar. A veces, la palabra puede también llegar a contradecir la imagen de modo de producir una connotación compensatoria. Una análisis de Gerbner (The social anatomy of the romance confession cover-girl) mostró que en ciertas revistas sentimentales, el mensaje verbal de los títulos de la tapa (de contenido sombrío y angustioso) acompañaba siempre la imagen de una cover-girl radiante; los dos mensajes entran aquí en un compromiso; la connotación tiene una función reguladora, preserva el juego irracional de la proyección-identificación.

La insignificancia fotográfica.

Hemos visto que, verosímilmente, el código de connotación no es mi ni , sino histórico, o si se prefiere . En él los signos son gestos, actitudes, expresiones, colores o efectos, provistos de ciertos sentidos en virtud del uso de una cierta sociedad: la relación entre el significante y el significado, es decir la significación, es, si no inmotivada, al menos enteramente histórica. Por consiguiente, no puede decirse que el hombre moderno proyecte en la lectura de la fotografía sentimientos y valores caracterológicos o , es decir infra o trans-históricos, más que si se precisa con toda claridad que la significación es siempre elaborada por una sociedad y una historia definidas; la significación es, en suma, el movimiento dialéctico que resuelve la contradicción entre el hombre cultural y el hombre natural.
Por consiguiente, gracias a su código de connotación, la lectura de la fotografía es siempre histórica; depende del del lector, como si se tratara de una lengua verdadera, inteligible sólo si se conocen sus signos. En resumidas cuentas, el fotográfico no dejaría de recordar ciertas lenguas ideográficas, en las cuales unidades analógicas y unidades descriptivas están mezcladas, con la diferencia de que el ideograma es vivido como un signo, en tanto que la fotográfica pasa por ser denotación pura y simple de la realidad. Encontrar este código de connotación sería, entonces, aislar, enumerar y estructurar todas las partes de la superficie fotográfica cuya discontinuidad misma depende de un cierto saber del lector, o , si se prefiere, de su situación cultural.

Ahora bien, en esta tarea quizá sea necesario llegar bastante lejos. Nada indica que en la fotografía haya partes o que la insignificancia completa de la fotografía sea quizá totalmente excepcional. Para resolver este primer problema, habría que dilucidar en primer término los mecanismos de lectura (en el sentido físico y semántico de término), o, si se prefiere, de percepción de la fotografía. Ahora bien, en este sentido no sabemos gran cosa: ¿cómo leemos una fotografía? ¿Qué percibimos? ¿En qué orden, según qué itinerario? ¿Qué es incluso percibir? Sí, según ciertas hipótesis de Bruner y Piaget, no hay percepción sin categorización inmediata, la fotografía se verbaliza en el momento mismo en que se percibe; o, mejor dicho, no se percibe más que verbalizada (si la verbalización tarda, se produce un desorden de la percepción, interrogación, angustia del sujeto, traumatismo, según la hipótesis de G. Cohen-Séat a propósito de la percepción fílmica). Desde este punto de vista, la imagen captada de inmediato por un metalenguaje interior -la lengua-, no conocería en suma ningún estado denotado. Socialmente, sólo existiría sumergida por lo menos en una primera connotación, precisamente la de las categorías de la lengua; y se sabe que toda lengua toma partido a favor de las cosas, que connota lo real, aunque más no fuera segmentándolo; por consiguiente, las connotaciones de la fotografías coincidirían, en términos generales, con los grandes planos de connotación del lenguaje.

De esta suerte, además de la connotación , hipotética pero posible, se encontrarían modos de connotación más particulares. En primer término, una connotación , cuyos significantes estarían seleccionados, localizados, en ciertas partes del analogon: ante tal vista de ciudad, sé que estoy en un país del norte de África, porque veo a la izquierda un cartel escrito en caracteres arábigos, en el centro un hombre vestido con una gandurah, etc.; en este caso la lectura depende estrechamente de mi cultura, de mi conocimiento del mundo; y es probable que una buena foto periodística (y todas lo son, puesto que están seleccionadas) juegue con el saber supuesto de sus lectores, eligiendo los clichés que contienen la mayor cantidad posible de informaciones de este tipo, de manera de euforizar la lectura. Si se fotografía Agadir destruida, más vale disponer de algunos signos de , aunque la no tenga nada que ver con el desastre en sí, pues la connotación proveniente del saber es siempre una fuerza tranquilizadora: al hombre le gustan los signos, y le gustan claros.

Connotación perceptiva, connotación cognitiva: queda aún el problema de la connotación ideológica (en el sentido amplio del término) o ética, que introduce en la lectura de la imagen razones o valores. Se trata de una connotación fuerte, exige un significante muy elaborado, casi diríamos sintáctico: encuentro de personajes (lo vimos a propósito del trucaje), desarrollo de actitudes, constelación de objetos. El hijo del Shah de Persia acaba de nacer: en la fotografía vemos: la realeza (cuna dorada por una multitud de servidores que la rodean), la riqueza (varias nurses), la higiene (guardapolvos blancos, techo de la cuna de plexi-glass), la condición, pese a todo humana, de los reyes (el bebé llora), es decir todos los elementos contradictorios del mito principesco, tal como lo consumimos en la actualidad. En este caso se trata de valores apolíticos, y el léxico es rico y claro. Es posible (pero esto no es más que una hipótesis) que por el contrario, la connotación política esté la mayoría de las veces confiada al texto, en la medida en que las selecciones políticas son siempre, por así decirlo, de mala fe: de determinada fotografía puedo dar una lectura de derecha o una lectura de izquierda (ver en este sentido una encuesta del I.F.O.P (*) publicada por Les Temps modernes, 1955). La denotación, o su apariencia, es una fuerza que no logra modificar las opciones políticas: nunca ninguna fotografía convenció o desmintió a nadie (pero puede ), en la medida en que la conciencia política es tal vez inexistente fuera los logos: la política es lo que permite todos los lenguajes.

Estas observaciones bosquejan una suerte de cuadro diferencial de las connotaciones fotográficas; en todo caso, puede verse que la connotación llega muy lejos. ¿Significa esto que sea imposible una pura denotación, un más acá del lenguaje? Si existe, no es tal vez a nivel de lo que el lenguaje corriente llama lo insignificante, lo neutro, lo objetivo, sino más bien a nivel de las imágenes propiamente traumáticas: el trauma es precisamente lo que suspende el lenguaje y bloquea la significación. Es cierto que en un proceso de significación fotográfica pueden captarse situaciones normalmente traumáticas; lo que sucede es que precisamente ene se momento son señaladas a través de un código retórico que las distancia, las sublima, las aplaca. Son raras las fotografía propiamente traumáticas, pues en fotografía el trauma es enteramente tributario de la certeza de que la escena tuvo realmente lugar: era necesario que el fotógrafo estuviese allí (definición mítica de la denotación); pero una vez sentado esto (que a decir verdad ya es una connotación), la fotografía traumática (incendios, naufragios, catástrofes, muertes violentas captadas es aquella de la cual no hay nada que decir: la foto-choque es por estructura insignificante: ningún valor, ningún saber, en última instancia ninguna categorización verbal pueden influir en el proceso institucional de la significación. Podría entonces imaginarse una suerte de ley: cuanto más directo es el trauma, tanto más difícil la connotación; o bien, el efecto de una fotografía es inversamente proporcional a su efecto traumático.

¿Por qué? lo que sin duda sucede es que, como toda significación bien estructurada, la connotación fotográfica es una actividad institucional. A nivel de la sociedad total, su función es integrar al hombre, es decir, tranquilizarlo. todo código es a la vez arbitrario y racional y recurrir a un código es para el hombre un modo de comprobarse, de probarse a través de una razón y una libertad. En este sentido, es posible que el análisis de los códigos permita definir históricamente una sociedad con mayor seguridad y facilidad que el análisis de sus significados, pues éstos pueden aparecer a menudo como trans-históricos, pertenecientes a un fondo antropológico más que a una historia verdadera: Hegel definió mejor a los antiguos griegos cuando esbozó la manera como significaban la naturaleza, que cuando describió el conjunto de sus referidas a este tema. Del mismo modo quizás haya algo más útil que hacer directamente el recuento de los contenidos ideológicos de nuestro tiempo, pues al tratar de reconstituir en su estructura específica de connotación de una comunicación tan amplia como lo es la fotografía periodística, podemos esperar encontrar, en su fineza misma, las formas que nuestra sociedad utiliza para tranquilizarse, y captar así la medida, los rodeos y la función profunda de este esfuerzo. La perspectiva es tanto más atractiva, como dijimos al comienzo, cuanto que en lo relativo a la fotografía, se desarrolla bajo la forma de una paradoja: la que hace de un objeto inerte un lenguaje y transforma la incultura de una arte , en la más social de las instituciones.
LLAMADAS

-de la pág.118 (*) Dos diarios franceses, de derecha y del Partido Comunista, respectivamente [N. del T.]
(1).Se trata, por supuesto, de estructuras o culturalizadas, y no de estructuras operacionales: la matemática, por ejemplo, constituye una estructura denotada, sin ninguna connotación: pero si la sociedad de masa se apodera de ella y dispone, por ejemplo, una fórmula algebraica en un artículo dedicado a Einstein, este mensaje, de origen puramente matemático, se carga de una fuerte connotación, puesto que significa la ciencia.
(2). Es más fácil describir un dibujo, puesto que se trata, en suma, de describir una estructura ya connotada, trabajada con miras a una significación codificada. Quizá sea este el motivo por el cual los tests psicológicos utilizan muchos dibujos y muy pocas fotografías.
de la pág.120 (*). Se recordará que este artículo es de 1961. [N. del T.]
de la pág. 123 (*). Instituto Francés de la Opinión Pública. [N. del T.]

El Ensayo Fotografico




Ensayo fotográfico
05sep08
Consejos básicos para quién enfrenta por primera vez este maravilloso género fotográfico

Desde que el hombre ha dejado huella de su existencia, ya sea de forma oral como escrita, toda la historia ha sido una larga narrativa artística.

Indudablemente en los últimos veinte años este sitio de relatar la vida moderna lo han ocupado de forma predominante el cine y el vídeo; pero desde mucho antes, podríamos hablar de cien años, hay dos artes que de la mano nos han dado maravillosamente el relato más acabado de la historia, estas son la fotografía y la literatura, en todas sus manifestaciones.

En los días que corren, con el gran avance de la tecnología, debemos aprovechar al máximo el poder narrativo de la fotografía para contar una historia. Aunque, bien sabemos que contar algo con imágenes requiere de algo más que la habilidad de un buen fotógrafo. Una foto impactante que desarrolle una historia, sólo puede ser tomada por un fotógrafo, que además de hábil, sepa entender las emociones y conceptos que hay detrás de lo que está contando.

Lo que da forma a esa historia se llama ensayo fotográfico; lamentablemente hemos visto en la red como muchos confunden una simple serie de fotografías con un ensayo fotográfico.

¿Qué es un ensayo fotográfico?

Un ensayo fotográfico es una colección de imágenes que, colocadas en un orden específico, cuentan la progresión de los acontecimientos, las emociones vividas y los conceptos que se desean trasmitir a través de la historia que se captó primeramente y se relata con su presentación.

Este estilo es toda una herramienta utilizada por reporteros gráficos de fama mundial, tiene la misma forma de narración que la usada en literatura, como así también las técnicas normales del ensayo literario, pero traducidos a imágenes visuales.

El ensayo fotográfico, sin embargo, no es solamente un estilo destinado a una labor periodística o artística de un fotógrafo solamente. Toda persona tiene el poder de contar sus propias historias a través de las imágenes que capta en su vida; así sea un aficionado o un profesional. Este es un medio fascinante para mostrar nuestras vidas y hechos importantes, aunque más no sea a amigos, familiares o compañeros de trabajo.

Pero, como en toda rama de la fotografía, es fundamental que conozcas algunos puntos específicos, a fin de que tus ensayos fotográficos resulten más originales, creativos y cautivantes.

1. El tema:
Un buen ensayo resulta mucho más dinámico cuando, para la realización de sus imágenes, el fotógrafo primeramente se ocupó de establecer claramente el tema a tratar.
Ya sea para cubrir el evento más trivial como una fiesta de cumpleaños, como para realizar un ensayo sobre un acontecimiento de nivel periodístico, es fundamental seleccionar un tema que resulte interesante y capte la atención de aquellos que más tarde lo observarán.

2. La retrospectiva:
Si pasas tiempo en torno al tema que vas a abordar luego será mucho más fácil para ti planificar el orden y la selección de imágenes con las que vas a crear tu historia. Por ejemplo, si vas a documentar el primer mes de un recién nacido, es menester que hayas pasado tiempo con esa familia, conocer cómo son sus padres, cuáles son sus creencias, su cultura, sus intereses. En cambio, si lo que vas a cubrir es un evento escolar, será necesario que investigues acerca de los involucrados en el mismo, hablar con los maestros e investigar el interés general de los estudiantes es una excelente ayuda, tanto como observar de cerca cada preparativo que se realice.

3. Encontrar la “verdadera historia”:
Después de tu investigación, tal vez cambies de idea acerca del enfoque que deseas darle a tu historia. Aunque cada idea acerca de una historia en general es la misma, los factores que rodean a cada historia la convertirán increíblemente en una historia única. O acaso tienes alguna duda de la gran diferencia que puede haber entre la fiesta de cumpleaños de un niño que proviene de una familia acomodada y sin mayores problemas, que el de uno que acaba de salir de un duro trance de salud que ha tenido en vilo a toda la familia; esta última celebración sin dudas irá mucho más allá que un simple festejo de cumpleaños. Y eso es fundamental para ti a la hora de armar la historia gráfica que trascenderá en el tiempo para relatar lo que allí ha sucedido.

4. Emociones:
Cada historia es dinámica, y está construida sobre un conjunto de valores fundamentales y de ti depende el encontrar esas emociones que toquen el corazón de tu audiencia, sin caer en clichés y cursilerías que generalmente arruinan lo que se puede lograr maravillosamente bien con la naturalidad y el estado espontáneo de la vida misma. La mejor manera en que lograrás que tu ensayo fotográfico conecte con un mayor número de personas será a través de las emociones, pero debes cuidarte especialmente en no caer en la extralimitación, ya que cuando eso sucede generalmente lo que se logra es manipular las emociones de los otros y esto es un verdadero error irreparable.

5. Planeamiento:
Finalmente, el punto más importante: sentarte y visualizar cada escena, cada imagen; o simplemente caminar por el lugar en tanto que decides qué tipo de fotografías funcionarán mejor para relatar tu historia como tú quieres que sea contada. Los principiantes, tal vez deberían hacer una breve lista de tomas necesarias para la creación de la historia. No olvides que cada una de las fotografías trabajará como una frase dentro de un cuento. Normalmente se comienza con un número determinado de tomas que hacen hincapié en un concepto distinto o con una emoción puntual, alrededor de los cuales se tejerá, con las otras imágenes, el proyecto final de la historia.

Recuerde que, en este como en todos los otros estilos fotográficos, la excelencia se adquiere con la práctica. Todo lo que necesitas es un poco de técnica fotográfica, una buena dosis de creatividad y mucho corazón.

Una vez que comiences a tomar fotografías para realizar ensayos fotográficos descubrirás con asombro que, a partir de allí, para ti la fotografía nunca más volverá a ser lo mismo.

Atrévete a intentarlo.

Fuente: http://www.fotografiad.com/ensayo-fotografico

Cámara EOS 10s. Canon


EOS 10 s, introducida en agosto de 1991.
Es la primera cámara de la línea EOS que usa control remoto.
Flash incorporado con número Guía 12
Velocidad del Obturador: 30 sec. - 1/4000 sec., B.
X-sync: 1/125 sec.


8 Zonas de medición

Medición de Luz: Full TTL, 2 patrones de medición: 8 zonas y 8,5 % del area central.
Rango de medición:EV -1 a 20 a temperatura normal (conversion con 50mm f/ 1.4 a ISO 100).